Este pequeño ensayo
es algo que me salió de forma espontánea y lo presenté al concurso
“Soy Capazitado”.No tenía mucha esperanza de ganar nada , de
hecho pensaba que no iba a quedar ni el tercero pero para mi
sorpresa, quedé segundo , lo cual me ilusionó bastante porque no me
lo esperaba.
Espero que lo
encontréis mínima-mente interesante.
MI
BÚSQUEDA
Cuando
uno llega a una determinada edad, se queda asombrado, con
perplejidad, mirando a las dos únicas direcciones del tiempo: el
pasado y el futuro. Mirando hacia delante, pensando en qué le
espera, y sobre todo, qué hay detrás de la vida, detrás del
tiempo, detrás de la existencia absoluta. Uno se pregunta sobre el
sentido del todo, en un ejercicio de introspección a veces doloroso
por el pesimismo que pueda acompañar tal pensamiento. Mirando atrás
en el tiempo, veo en mí, a un niño miedoso, tímido, un niño que
no se sentía adaptado en el colegio al que iba. Días de estudio en
los que prácticamente no estudiaba nada ¿Cuál era el problema?
¿Era simplemente un vago? Tal vez sí, pero había algo más
poderoso que subyacía a todo ello. ¿Acaso una falta de estímulo?
Posiblemente. Pero, se me antoja, que esa falta de estímulo tenía
un lastre terriblemente pesado con el que yo no podía y me
arrastraba con él. Nada podía curar al estudiante inseguro y
profundamente vago que era yo. Ahora miro al pasado con tristeza e
impotencia, y pienso, que me gustaría volver hacia atrás en el
tiempo para corregir tan gran deficiencia, pero es imposible. Sin
embargo, aunque fui un pésimo estudiante, me atraían los libros,
eso sí, los libros que no tenían nada que ver con los estudios.
Recuerdo que en 4º de EGB me leí El Principito. Lo leí en un solo
día. Me gustó mucho, pero por otro lado me dejó una sensación
melancólica en mi espíritu. Esa lectura fue una sensación
agridulce (más dulce que agria). La literatura me empezaba a atraer,
pero los estudios seguían repeliéndome. Acabé 8º de EGB con unas
notas espantosas, de hecho, me tuve que sacar el graduado escolar por
libre. Hice cursillos aquí y allá, en academias privadas; Diseño
Gráfico, Artes Aplicadas; curso de fotografía; tomé durante varios
años clases de dibujo y pintura con conocidos pintores
santanderinos, ya que era lo que mejor se me había dado desde
siempre… y hasta hice mis pinitos en Arte Dramático, en el Palacio
de Festivales… mis padres pensaron que me vendría bien para
superar mi timidez. No quisieron que fuera al instituto, ya que
consideraron que sería una pérdida de tiempo, como lo fueron mis
estudios precedentes, y tenían razón. Seguí viviendo mi vida, me
enamoré bastantes veces y pocas fui correspondido, supongo que por
la falta de confianza que tenía en mí mismo, también porque era (y
soy) bastante raro. Pero uno nace como nace, y no puede evitar las
imperfecciones. Ahora, con los años que tengo, en mi madurez, veo la
vida con un prisma completamente distinto del que tenía de niño o
adolescente. Me doy cuenta de la importancia de los estudios, de qué
gran valor tiene el tiempo, y de cómo lo he malgastado. Pero más
vale tarde que nunca. Como dijo Aldous Huxley:” Revolcarse en el
fango no es la mejor manera de limpiarse”. Uno se da cuenta de que
existe, que vive, que es. Mira todo lo que tiene a su alrededor, lo
mira con unos ojos distintos a los que tenía hace décadas, unos
ojos más cansados, unos ojos que necesitan gafas, pero esa mirada es
más intuitiva, mas penetrante. Ven con más objetividad que antes,
aunque esos ojos pertenecen a una mente subjetiva, como la de
cualquier ser humano. Estamos condenados a la subjetividad mientras
estemos en nuestro cuerpo. Nuestra maquina cerebral es igual, en
cuanto componentes y mecanismos, a la de todas las personas, pero sin
embargo cada individuo tiene su mente particular y distinta, como si
la mente fuese algo inmaterial que no se doblegase al determinismo
material del cerebro. De lo contrario seriamos autómatas, simples
máquinas de carne y hueso. Pero todo apunta a que somos algo más
que eso. Es curioso, si uno observa la masa encefálica, se da cuenta
de que es una víscera sanguinolenta que provoca el rechazo en muchas
personas, y uno se pregunta como algo tan repelente para la vista
puede producir ideas tan elevadas como: El amor, la bondad, la
justicia, el arte, etc. No deja de ser paradójica para el espíritu
racionalista esta observación. Volviendo al mundo del conocimiento
humano, después de bucear en la filosofía de todos los tiempos, uno
se fija no solo en la filosofía que cada individuo deducía y creaba
si no en el comportamiento humano de cada filósofo, su psicología.
Estaba claro que había filósofos más atormentados que otros, y ese
estado psicológico influía sin duda en su filosofía. Cada filósofo
tiene una filosofía diferente a la de otro filósofo. Lo mismo
ocurre con las personas, no todos pensamos igual. Por eso considero
la filosofía como una disciplina subjetiva. La Ciencia por lo
contrario es objetiva; dos más dos son cuatro para todo individuo
sin excepción, las matemáticas son una ciencia exacta sin ninguna
duda. Lo mismo podría decirse de la física, la química, la
medicina y de muchas más, pero en cuanta exactitud las matemáticas
se llevan la palma. Algunos, podrían pensar que las matemáticas fue
una invención humana, nada más lejos de la verdad, esta ciencia
existía desde los principios del universo. Solo el ser humano la fue
descubriendo y desentrañando cuando su débil cerebro evolucionó
algo más que el de sus parientes simios hace más de un millón de
años. Todavía hay mucho por aprender, mucho por descubrir. Pero
volviendo al tema de la filosofía ¿Qué filósofo y qué filosofía
se acerca más a la verdad? ¿Sócrates (Platón), Aristóteles, San
Agustín, Santo Tomás, Kant, Marx, Nietzsche, Sartre? (por decir
unos cuantos de los más importantes). Si alguno de ellos me ha
llamado la atención, aunque no esté de acuerdo con una gran parte
de su filosofía, ese fue Friedrich Nietzsche; lo veo como un ángel
caído, terriblemente rebelde, totalmente disconforme, con una mente
aguda y poderosamente original. Siempre me llamó la atención su
filosofía y su forma de ser. Una actitud motivada por unos dolores
de cabeza y oculares que llevaba sufriendo desde la infancia y que se
agravaron con una infección de sífilis que contrajo aproximadamente
cuando tenía veinte años. Es comprensible, hasta cierto punto, que
el carácter de Nietzsche se amargara por el sufrimiento que tuvo que
padecer. Desarrolló un salvaje pensamiento del caos y la superación
del bien y el mal entre otras ideas. Una filosofía que te invita a
acercarte al borde del abismo y escudriñarlo, no para caer en él,
sino para salir fortalecido en todo caso. Su pensamiento es audaz y
demoledor, pero detrás de todo ese vitalismo tan vigoroso está la
nada, y eso no me convence. Luego está su odio absoluto al
cristianismo con el que no estoy nada de acuerdo. Aunque fuese ateo,
nunca estaría a favor de una ideología que odiase a Jesucristo.
Cristo es la bondad y el amor absoluto. No quiero hacer proselitismo,
pero esa es mi forma de pensar en estos momentos de mi vida. Buscando
una senda que me lleve a lo que todos los seres humanos anhelan en lo
más profundo de su ser. Uno de los motivos que me han impulsado a
escribir este texto, es mi reciente lectura del libro titulado: “Dios
existe” del filósofo ya fallecido Antony Flew. No creo que en toda
la historia del pensamiento haya habido un caso como este. Ateo a lo
largo de casi toda la vida, aplicando el método socrático de
“seguir la evidencia hasta donde quiera que nos lleve” llegó por
fin a la sorprendente conclusión de que había una inteligencia
subyacente a la creación cósmica. Se rindió a la evidencia. Dice
que llegó a esa conclusión por medio de la razón y no por ninguna
revelación divina. Fue una peregrinación por el camino del
raciocinio que culminó con esa asombrosa conclusión. Sin duda, en
el ámbito de la intelectualidad atea levantó muchas ampollas. Fue
criticado, alegando que se había vuelto senil y le habían
manipulado. Sin embargo, si uno lee su libro se da uno cuenta de la
lucidez, coherencia e inteligencia del texto realizado a pesar de
haberlo escrito pocos años antes de morir, en la recta final de su
ancianidad. Libros como este, he leído bastantes y espero leer más,
si Dios quiere. Uno aprende de la vida aunque haya sido un mal
estudiante, y si además te interesas por temas tales como: la
filosofía, la historia, la antropología, la ciencia en general, el
arte y la cultura, enriqueces tu espíritu y te ayuda a recorrer el
camino de la vida.
Nietzsche y Anthony Flew
Cuando
era niño, tenía una creencia en Dios absoluta. No me cabía la
menor duda de una inteligencia creadora en el universo. Pero, mis
esquemas se tambalearon cuando conocí a un amigo que admitía que no
creía en Dios, que Dios era una mentira. Este acontecimiento influyó
sin duda en mi forma de ser, angustiándome por primera vez de manera
seria. No entendía, como algo tan obvio podría ser falso. Fue una
conmoción en toda regla. A partir de ahí empecé una búsqueda del
conocimiento del universo y de mí propia mente (“conócete a ti
mismo” era unos de los lemas de Sócrates). Esta búsqueda continúa
hoy en día, y durará toda mi vida. Por eso pienso que hay una
diferencia considerable en creer en algo o creer en nada. El que cree
que la existencia, la vida, la inteligencia y la consciencia
surgieron del azar y del caos primigenio, en cierta manera, está
creyendo en algo. El problema es, cómo a partir de la nada y el caos
surgió un orden, un orden que nos llevó a pensar, a escribir por
ejemplo, esto que estoy haciendo. Todo cerebro humano posee las
mismas partes. A groso modo: lóbulo frontal, lóbulo parietal,
lóbulo occipital, lóbulo temporal, puente tronco encefálico, bulbo
raquídeo y cerebelo. Luego interiormente están: El tálamo, el
hipocampo, la glándula pituitaria y en el tronco encefálico están:
El mesencéfalo el puente de varolio y la médula espinal. Todas esas
piezas poseen los seres humanos en general (exceptuando algún caso
de malformación o anomalía congénita). Sin embargo cada individuo,
se comporta de manera totalmente diferente. Cada persona tiene su
comportamiento diferenciado de la otra. Lo que me sorprende de esto,
es que no seamos simples autómatas teniendo todas las mismas
fisiologías cerebrales. Tal vez, la gente que lea esto pueda pensar
que soy un dualista en vez que un monista materialista como por
ejemplo era Freud, gran genio del psicoanálisis y del subconsciente
entre otras cosas. Siempre fue un racionalista ateo, y eso lo llevó
a enemistarse con su más destacado discípulo, Carl Jung. Freud
tenía la creencia de que todo lo que ocurría en la mente era de
origen físico-químico - eléctrico. Jung por lo contrario creía que
en el ser humano había más energías inmateriales que podían
escapar al escrutinio de la razón. Era el dualismo contra el
monismo. A pesar de poseer una gran inteligencia, Freud era una mente
cerrada, cerrada a la posibilidad de que algo pudiese haber más allá
de la materia. Realmente, creo que si no sabemos lo que es
exactamente cosas como la materia o el tiempo, poco podremos saber(o
tal vez nunca) lo que es el espíritu. Mientras tanto mi búsqueda
seguirá.
Sigmund Freud y Carl
Jung
Luis Ignacio Serrano López(Nano)